lunes, 21 de diciembre de 2009

EMPLEADAS DE HOGAR


La vida nos da múltiples ocasiones para comprobar la doble moral que todos en cierta medida practicamos. El comportamiento que algunos mantienen en relación con los servicios domésticos es una de esas facetas de nuestro mundo en la que más de uno y más de dos “revolucionarios verbales” se olvidan de ser consecuentes y dejan de aplicarse a sí mismos el cuento que para otros exigen: lo que viene siendo doble moral, vamos. Lo cuento porque ahora parece que el gobierno se está planteando una tímida modificación de las condiciones por las que se rige la relación laboral entre las empleadas de hogar (bueno, algún empleado habrá) y los hogares contratantes. La normativa todavía vigente para este tipo de contratos mantiene residuos de índole casi servil, como la posibilidad de que el empleador detraiga hasta un 45% de la retribución de la empleada en concepto de manutención y alojamiento, aunque la condición de vivir y comer en su casa la imponga el propio empleador. Esta y otras condiciones demuestran que el trabajo en el hogar es considerado un empleo de baja categoría, casi un subempleo, cuando resulta que es un sector estratégico del que en buena medida depende la vida cotidiana de millones de familias con niños pequeños, ancianos y personas enfermas o minusválidas. Es justo por tanto que las condiciones laborales de las empleadas de hogar se equiparen a las del resto de los trabajadores por cuenta ajena. Lo que ocurre es que la aplicación de la norma necesariamente va a destapar miles de casos de subempleo encubierto: empleadas por las que no se cotiza a la Seguridad Social, con menos vacaciones de las reglamentarias, con salarios que no alcanzan el mínimo legal o incluso, seguramente, casos de semi-esclvitud en los que el acogimiento en una casa lleva implícitas condiciones más bien propias de la servidumbre decimonónica al estilo de aquella serie inglesa, “Arriba y abajo”. Lo paradójico, y por eso empezaba hablando de la doble moral, es que muchas veces los empleadores son personas de ideas supuestamente progresistas, al menos de boquilla, a las que les “duele” la explotación ajena, aunque parece que les duele aun más rascarse el bolsillo para pagar justamente un servicio que necesitan (claro, es que igual en caso contrario tendrían que renunciar a sus escapadas para esquiar…).
+Info: la propuesta del gobierno tal y como la cuenta El País

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