viernes, 21 de mayo de 2010

POLITICA FISCAL, CRISIS E IGUALDAD SOCIAL

Tras los recortes decididos la semana pasada para reducir el gasto del Estado ahora el gobierno de Zapatero anuncia su intención de abordar una suerte de reforma fiscal para incrementar los ingresos. En realidad hace tiempo que ya se había anunciado la inminente subida del IVA, que como impuesto indirecto repercute por igual en todos los bolsillos y consecuentemente afecta más a quién menos tiene. También habíamos experimentado desde comienzo del presente año un aumento de las retenciones practicadas mensualmente a nuestras nóminas, de forma que los asalariados ya llevamos unos cuantos meses acuciados por un leve pero innegable aumento de la presión fiscal. La nueva propuesta lanzada al aire con poca concreción sugiere que en un futuro próximo se les van a subir los impuestos a los ricos de verdad. De momento y de un modo muy vago Zapatero ha sugerido que la frontera está en la mágica cifra de 60.000 euros de ingresos anuales, lo que vendría a ser 10 millones de las antiguas pesetas. La intención sería buena si viniera acompaña de medidas que posibilitaran una verdadera reforma fiscal en este país, pero me temo mucho que todo se va a quedar en agua de borrajas: estamos muy lejos de empezar a parecernos a los países escandinavos. ¿Por qué?
Para empezar, deberíamos asumir que queremos una sociedad más igualitaria y que consideramos que el Estado tiene que ser el principal garante de esa aspiración mediante una redistribución de la riqueza, para que todos los que la producen la disfruten de una manera más equitativa. Aunque esta premisa está en la letra de cualquier programa socialista de momento ningún gobierno la ha desarrollado hasta sus últimas consecuencias. Pero lo llamativo no es esto, sino que seguramente a una parte importante de la sociedad ni tan siquiera le parece una meta deseable. Bien porque desconfía del Estado pues lo considera técnicamente incapacitado o éticamente deslegitimado para intervenir de la manera radical que una política igualitarista requeriría, bien porque sencillamente la igualdad social no casa con sus aspiraciones (posibilidad ilimitada de enriquecimiento, consumismo sin cortapisas, amplias opciones de incremento del patrimonio personal…). Así opinan los que conforman el imaginario económico colectivo en consonancia con el pensamiento del establishment financiero internacional y aunque simplistamente solemos identificarlos con la banca y el gran empresariado, hay toda una gran masa social de variada extracción que participa de ese mismo ideario. No creo que el actual gobierno, y qué decir del que casi con seguridad nos viene, vaya a osar poner en práctica una política fiscal que desaire a este sector, menos aun cuando parece que el propio gobierno empieza a estar contagiado de su diagnóstico sobre los males que padecemos y las recetas para sanarlos.
Pero aunque la propia sociedad manifestara de alguna manera su preferencia por un intervencionismo estatal más decidido, con una política fiscal verdaderamente progresiva y progresista, aunque algún gobierno llegara a convencerse sinceramente de que esta “revolución” es posible creo que es difícil que pudiera aplicarla con verdadera eficacia. Este país es el paraíso de los billetes de 500 euros, paradójica y sintomática peculiaridad que dice mucho de cómo funciona la actividad económica en España. Podrá llegar a fiscalizarse como se considere oportuno a los contribuyentes con más de 60.000 euros de ingresos declarados pero poco va a importar. Porque seguramente son muchos más los que con ingresos sensiblemente superiores a esa cifra figuran en las estadísticas de Hacienda como modestos contribuyentes que apenas ingresan lo que un sencillo asalariado, pese a que se les pueda ver llegar conduciendo un Audi a los aparcamientos de los restaurantes de lujo. No se trata solo de conseguir que 1.000 o 2.000 super-ricos cumplan con sus obligaciones fiscales (ahora incluso endurecidas). Esto es muy vistoso pero relativamente poco significativo para las arcas de un Estado que año tras año contempla impotente como un porcentaje importante de la población esconde una buena porción de sus ingresos para evitar tributar por los mismos. Y esto seguiría siendo así por mucho que Hacienda perfeccionara sus métodos de inspección, sencillamente porque la mentalidad social sigue considerando que es legítimo, porque no tenemos verdadero espíritu cívico colectivo, porque los que lo hacen piensan que realmente a nadie le perjudican y tienen sobrada justificación para hacerlo y además porque cualquiera que pudiera hacerlo lo haría.
Se ha dicho que en la crisis financiera tienen capital importancia los factores psicológicos, la confianza o la desconfianza con la que actúan y toman sus decisiones los agentes de la economía (las personas como consumidores o ahorradores, las entidades financieras, los inversores…). En la perpetuación de nuestros usos tributarios también tienen gran peso los factores psicológicos: sobre todo la pervivencia de una mentalidad poco proclive a la participación cívica que tiene mucho que ver con la falta de tradición democrática y con la persistencia de tics propios del período franquista. Contra esto, por muy buena voluntad que se tenga, es difícil luchar. Si además no se tiene voluntad…
+Info: sobre la propuesta del gobierno en El País y en El Confidencial

lunes, 17 de mayo de 2010

EL CIRCO SINDICAL VASCO


Como es bien sabido, el Gobierno Central ha propuesto una serie de medidas para ahorrar gasto entre las que se encuentra el tan comentado recorte y congelación de los salarios de los empleados públicos. Ante esta decisión, aun pendiente de concretarse y matizarse, UGT y CCOO han reaccionado convocando una huelga para el 8 de junio (inicialmente se había pensado en el día 2 pero finalmente se ha retrasado). No pretendo entrar ahora en si las medidas del gobierno son o no adecuadas ni en si la respuesta conveniente es una huelga en el sector público. Personalmente creo que Zapatero se ha dejado convencer muy rápidamente por las recetas del sistema financiero aunque también pienso que seguramente tenía poco margen de maniobra, toda vez que ya estamos metidos hasta las cejas en ese mismo sistema que es claramente el que impone las reglas del juego. Pero dejemos para otra vez las disquisiciones sobre esta cuestión, sobre la que no me siento capacitado para opinar con suficiente solvencia y originalidad, y vayamos a otros detalles colaterales. Como por ejemplo la pintoresca reacción de la autodenominada “mayoría sindical vasca”. Ya se ha hablado en otro lugar de este mismo blog sobre las peculiaridades a las que nos aboca nuestro sistema sindical, cada vez más politizado y pendiente de la cuestión nacional que de la reivindicación laboral stricto sensu. Ahora, ya casi sin causarle sorpresa a nadie, la coalición sindical abertzale (ELA, LAB, STEE y algún otro) ha convocado a sus huestes para el 25 de mayo, casi sin ni tan siquiera pararse a mirar lo que hacían sus “compañeros” de UGT Y CCOO, como si ya unos y otros hubieran asumido que viven en mundos diferentes. Y así de nuevo las soflamas se difunden hacia uno y otro lado del eje patriótico para que la audiencia, dramáticamente partida en dos, acoja la convocatoria que mejor se acomode a su espíritu nacional, vasco o español. Si uno se siente euskaldun por encima de todo, secundará la huelga el 25 de mayo, pero si su corazoncito se siente vinculado al resto de España (o hasta del estado español) parará el día 8 de junio.
A mayor abundamiento, hay que recordar que ese mismo día 25 de mayo los mismos sindicatos abertzales mantienen una convocatoria de huelga en la enseñanza pública de la que se han desvinculado UGT y CCOO. De nuevo los posicionamientos van a pasar por el eje identitario. Pero lo más llamativo de todo esto, dejando a un lado la envergadura de las razones que sustenten la convocatoria, es que la coincidencia de fechas no es inocente. Con esta jugada los sindicatos nacionalistas consiguen dos objetivos: uno, proporcionar un nuevo argumento (el recorte salarial de Zapatero) a los docentes que dudaran sobre si participar o no en una huelga que se planteó por otras cuestiones. Dos, maquillar con la participación del personal de la enseñanza (ahora movilizado por un abanico variado de razones) la eventual desmovilización del resto de los funcionarios.
Conclusión: los resortes que mueven la actividad de los sindicatos en este país (y señaladamente la de los sindicatos abertzales) tienen mucho más que ver con la escenificación del poderío sindical que con las razones expresas que supuestamente motivan las movilizaciones. En última instancia la verdadera tramoya de este circo está constituida por la maquinaria identitaria, que es en definitiva lo que mueve el mundo en este pequeño rincón de Europa que es Euskadi. Un asco, vamos.

+Info: la huelga del 8 de junio en El País, la convocatoria abertzale en el sector público (El Diario Vasco) y la huelga de la enseñanza según Gara