miércoles, 19 de octubre de 2011

CONFLICT? WHAT CONFLICT?

Hace unos años un joven que se encontraba de Erasmus en Alemania me pidió que echara un vistazo a un texto que quería usar como guión para una exposición sobre la situación política vasca. Aunque se posicionaba inequívocamente contra el terrorismo, su argumento central venía a ser que el pueblo vasco no podía ejercitar su mayoritariamente ansiado derecho a la autodeterminación por la “opresión” del estado español, y éste es el germen de un problema que aunque no justifica sí explica la existencia del terrorismo. Quizá sin saberlo, el joven en cuestión estaba actuando como transmisor internacional de la tesis central de la entonces legal Batasuna, un modo de pensar que no solo no ha perdido adeptos sino que con el eclipse de ETA incluso los ha ganado. Siempre me ha asombrado la habilidad mercadotécnica de la izquierda abertzale que, dejando a un lado su justificación a ETA, ha sabido vender por el mundo su visión de la cuestión vasca con más éxito que cualquiera de los gobiernos españoles. El argumento arriba expuesto (idea fuerza de toda una comunidad abertzale en la que el complemento “apoyo a ETA” es optativo) no solo lo suscriben miles de vascos, es también la idea colectiva más extendida sobre la cuestión vasca en el conjunto de Europa, donde personas de cualquier ideología más o menos informadas son proclives a pensar que Euskadi es poco menos que una colonia oprimida por la metrópoli española contra la voluntad de su pueblo. Este asombroso ejercicio de marketing le ha permitido ahora a la IA escenificar el comienzo de una nueva era en la que, para pasmo de algunos, la hasta hace poco incuestionable mayoría social antiterrorista se torna en mayoría social “a favor del acuerdo”. Y todo con el acreditado concurso de prestigiosos mediadores internacionales.
La reciente Conferencia de Ayete es el último y más elaborado producto publicitario de los creativos abertzales, que han contado para su spot con estrellas del calibre de Kofi Annan y otras figuras de renombre mundial a las que se ha invitado a declamar un guión de retórica inequívocamente abertzale en el que caben expresiones como “superar el conflicto” o “confrontación armada”. Ni una mención al terrorismo, por supuesto. Dice un amigo muy optimista que esta escenificación es una pasarela para ponerle las cosas fáciles a ETA y que lo importante es que, una vez lanzado, ésta coja el guante y acepte tan educada invitación a dejar las armas. Si así ocurriera, continúa, demos por bien interpretada la función. Pero para mí, con ser esto importante, la conferencia y todo lo que la rodea están produciendo una distorsión del relato histórico reciente que puede acabar por condicionar nuestro futuro próximo. Dos son las cuestiones que la euforia post-terrorista intentará imponer en el discurso dominante venidero. La primera y más evidente, de la que ya se ha escrito algo en este blog, es la atenuación de la responsabilidad histórica (y criminal) que le corresponde a ETA. En aras de una necesaria reconciliación, se está promoviendo desde el ámbito abertzale un relato mistificado que prescinde de los datos cruentos del pasado. La reconciliación no puede eludir el reconocimiento del mal causado pero de momento se pasa de soslayo sobre esto y buena prueba de ello se encuentra en el rebuscado lenguaje de la declaración de Ayete o en los guiños a la “responsabilidad de ETA” por dar los pasos que está dando, como si todavía tuviéramos que agradecérselo. En definitiva, se adivina un nuevo intento de incurrir en la amnesia histórica al estilo de la que prevaleció en la Transición y cuyas consecuencias aún pagamos.
La segunda cuestión que amenaza con imponerse en el discurso socialmente predominante en Euskadi es la de la naturaleza del “conflicto” y consecuentemente las recetas para su verdadera “solución”, que por supuesto pasan por el tan citado “derecho a decidir”. Esto nos lleva al comienzo de este artículo, al paradigma interpretativo de la izquierda abertzale y de parte del nacionalismo moderado, que desde hace lustros viene cultivando la idea de que el País Vasco no puede realizarse políticamente porque España (y Francia) se lo impiden. Llevaría demasiado espacio rebatir cabalmente esta idea, cuya construcción y consolidación en una porción importante de la mentalidad colectiva se ha venido fraguando a lo largo de mucho tiempo, pero de momento creo que conviene recordar algo que se olvida con frecuencia: el conflicto vasco no es un conflicto entre pueblo vasco y Estado español (o francés) sino, en todo caso, un desacuerdo político entre los propios vascos, que disentimos sobre la vinculación que esta tierra ha de tener con España. Si aceptamos que la raíz del conflicto es la diversidad identitaria (como reconocía ayer el editorial del mismísimo Deia) no vale sostener que el estado español escatima el derecho a decidir al conjunto del pueblo vasco, salvo si entendiéramos que los verdaderos vascos son solo los nacionalistas, a los que se supone que no satisface esa vinculación con España sobre la que hay que decidir de nuevo. Dicho de otra manera, el problema consiste en que una porción de la población vasca no está de acuerdo con la actual inserción de Euskadi en España. Hasta ahora una banda armada tomó partido por esta porción y se dedicó a matar y a extorsionar para presionar contra el status quo a favor de sus aspiraciones. Parece que, debilitados y censurados por sus antiguos seguidores, ahora van a dejarlo. Guste o no guste este es un resumen de lo que ha pasado. Creo que vistas así las cosas equiparar la violencia armada de ETA y la negación del derecho a decidir (conceptualizada como otra suerte de violencia) y consecuentemente situar en esta confrontación la raíz del “conflicto” es una descomunal falacia. El corolario de esta hipótesis podría ser que desaparecida la primera de las violencias (y ojalá así sea desde pronto) la única que queda es la otra, la del Estado que niega derechos. ¿Caerá la mayoría de la sociedad vasca en esta trampa conceptual?
Llegados a este punto no pretendo decir que el actual marco político sea inamovible ni que, más tarde o más temprano no nos veamos abocados a una consulta como la que en 1979 tuvo lugar sobre el actual Estatuto. Pero para que eso suceda será necesario un acuerdo que se sirva de los cauces legales existentes, por supuesto sin la amenaza latente de ETA. Porque nuestro problema no está en Madrid sino entre nosotros mismos (con o sin ETA).
+Info: sobre la conferencia de Ayete en El Correo de hoy

viernes, 14 de octubre de 2011

DONOSTIA Y SU GOBIERNO OPOSICION

No pretende ser esto un análisis profundo, eso requeriría mucho más tiempo del que por desgracia dispongo para este escuálido blog, pero sí al menos una observación. En los cuatro meses que Bildu lleva al frente del ayuntamiento donostiarra la sensación que ha transmitido es la de provisionalidad: la ciudad sigue funcionando (faltaría más, al fin y al cabo que eso ocurra depende menos de la corporación que de los trabajadores municipales) pero ni se percibe un cambio sustancial en los servicios a los ciudadanos ni, sobre todo, se vislumbra intención de promover en un sentido u otro la materialización de los proyectos e infraestructuras pendientes. Con independencia de la opinión que muchos de estos merezcan (Tabakalera, metro, Audizt Akular…) hay uno cuya necesidad clama al cielo: la estación de autobuses, un equipamiento del que la ciudad carece, aunque parezca increíble en pleno siglo XXI y tratándose de un destino turístico. Pues bien, en esta como en otras cuestiones la nueva izquierda abertzale municipal se comporta como venía haciéndolo desde sus tiempos de aguerrida oposición: se opone pero no dispone. La nueva consigna del equipo de gobierno (olvidémonos del proyecto existente y parcialmente comprometido para construir la estación en Atotxa y retomemos el viejo proyecto de ubicarla en Riberas de Loyola) no es sino un mensaje a sus votantes. Saben perfectamente que tal idea no va a prosperar con una oposición que la rechaza en bloque, pero mantienen intacta la aureola de fidelidad a sus principios transmitiendo la idea de que lo que ocurra o deje de ocurrir se hará por encima de ellos, pisoteados como siempre (hasta cuando gobiernan). Quizás por falta de costumbre, a Bildu le resulta incómodo gobernar, al menos con la responsabilidad que comporta hacerlo en instituciones como el Ayuntamiento de Donostia o la Diputación de Gipuzkoa. Gobernar, sobre todo cuando se está en minoría, implica pactar soluciones con tus adversarios, llegar a acuerdos que a veces no casan con lo que propones en tu programa y precisamente por eso, arriesgarte a concitar el rechazo de parte de tus votantes, a los que quizá no les guste la solución adoptada. Pero es que se gobierna para todos, no solo para contentar a los que te han votado (aun si muchos de ellos, al menos en el caso de Bildu, te voten más por lo que representas que por lo que programes hacer). Desde luego en el caso de la estación de autobuses yo no sé si Atotxa es la mejor ubicación pero si sé que es mejor tenerla allí que no tenerla en ninguna parte.
+Info: el asunto en el Diario Vasco