viernes, 28 de agosto de 2009

MODELOS GORDAS


Uno no acaba de dar crédito cada vez que ocurre algo así, pero de nuevo está pasando. Resulta que una revista de moda publica la foto de una chica normal semidesnuda y se arma la gran polémica. La modelo Lizzie Miller ha aparecido luciendo su opulencia de 80 kilogramos en la revista Glamour, al parecer una publicación chic en los USA. Obviamente su imagen desentona con los cánones habituales en las revistas del gremio, más proclives a la línea recta que a la exhibición de curvas tizianescas. Pasó algo parecido hace un par de años, cuando otra joven modelo de cuyo nombre no me acuerdo y de parecidas proporciones físicas asombró en la muy mediática y canónica pasarela de Milán, lo que la convirtió en la noticia más comentada de aquella edición del certamen. Y volverá a pasar la siguiente ocasión en que los medios detecten la intrusión de curvas en el anguloso universo de las top más “fashion”. Lo curioso del asunto es que la sujeta, lejos de estar gorda, presenta una imagen atractiva y saludable en la que seguramente se ven reflejadas muchas mujeres. Pero esa imagen no es canónica y por consiguiente suscita entre numerosas jóvenes un rechazo inversamente proporcional al atractivo que sugiere a tantísimos hombres (oteando la cuestión desde la perspectiva de la sexualidad, que al fin y a la postre es la que más cuenta en esto del aspecto físico). Lo que pone de manifiesto que el canon de belleza no es unívoco y que su manipulación comercial por parte del mundo de la moda está produciendo una nefasta perversión cuyas consecuencias extremas más notorias son la proliferación de casos de bulimia y anorexia entre las adolescentes.
Ya sé que no se puede imputar al nebuloso complejo industrial de la moda la responsabilidad de la extensión de una enfermedad, al fin y a la postre la anorexia y la bulimia son desequilibrios en los que intervienen numerosos factores psicosociales. Pero el fenómeno está ahí, revelando las complejas consecuencias que producen en el individuo contemporáneo la saturación mediática y la expansión de la información icónica y visual. No es ya que la imagen ocupe un lugar en nuestras vidas, es que los modelos nos acechan por doquier proponiendo en ocasiones imágenes contradictorias: el exceso pectoral de las actrices porno frente al aspecto anémico de muchas modelos de moda. El canon de la belleza femenina ha permanecido más o menos estable en Occidente durante siglos, de la Venus de Willendorf a las voluminosas mujeres de Tamara de Lempicka, pasando por Rubens o Tiziano y parece apegado a la preferencia sexual mayoritaria de los varones (o de algunas mujeres, como la propia Tamara). Ahora, ya entrado el siglo XXI, el canon no es unívoco y particularmente el que propone el mundo de la moda es sustancialmente distinto del que ha predominado. El apoyo que le ofrecen la multiplicación de los vehículos de acceso a la información visual junto al prestigio moral y estético que lo contraponen al modelo supuestamente más chabacano y vulgar del porno (otra incontestable referencia icónica) le otorgan una ventaja para erigirse como el modelo estándar de la belleza y el buen gusto. De manera que cualquier mujer personaje público cuyas proporciones se desvíen levemente del canon vigente es tenida como “opulenta”, curvilínea: valgan ejemplos como Monica Bellucci o la mismísima Penélope Cruz, hembras ambas de una dimensión más que normal. En definitiva, con la estrecha colaboración de los medios de comunicación se está produciendo una extraña perversión del gusto que aboca a muchas mujeres a una incomprensible y permanente insatisfacción con su imagen. Yo pienso que es un aspecto más de este mundo ñoño en que vivimos.
P.S. Por cierto, el índice de masa corporal (la proporción entre peso y estatura) de la tal Lizzie Miller no llega a 25 con lo cual ni tan siquiera tiene ese ligero sobrepeso que lucen millones de mujeres a las que casi todos los hombres heterosexuales tendríamos por auténticos pivones.
+ Info: La noticia del "escándalo de los michelines" en El País

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