viernes, 9 de enero de 2009

TEOLOGIA SOBRE RUEDAS


Cualquiera diría que los representantes de Dios en la tierra han asistido recientemente a un curso de mercadotecnia. Tras la última campaña de publicidad televisiva con la que la Iglesia Católica española sorprendió a millones de alucinados espectadores, ahora el mensaje divino llega a los autobuses por medio de una asociación evangélica madrileña. Los protestantes capitalinos han financiado un afiche que reza (nunca mejor dicho): “Dios sí existe. Disfruta la vida en Cristo”. Al parecer la campaña surge como respuesta a la de los ateos catalanes, que también están empleando los autobuses de Barcelona para hacer proselitismo con un lema de semejante índole: “Probablemente Dios no existe. No te preocupes y disfruta de la vida”. En este caso la fuente de inspiración proviene de la Gran Bretaña, dónde ya hace tiempo que los autobuses londinenses portan el mismo mensaje en la lengua de Dickens. Esta curiosa pugna publicitaria da para muchas y jugosas reflexiones. Lo primero, es reconfortante constatar que tras varios siglos de progreso material e intelectual hemos trasladado la guerra santa del campo de batalla a la arena del transporte público, quizás tras comprobar la estéril eficacia de los púlpitos en este mundo tan hedonista y banal. Otra curiosidad merece atención: al elegir como vehículo de adoctrinamiento el panel de un autobús cuya visión es forzosamente fugaz tanto creyentes como ateos parecen querer subrayar el carácter efímero de la vida que subyace en sus leyendas. Pedazo de mensaje subliminal éste, con el que unos y otros se descubren como peritos en la más sofisticada tecnología publicitaria que utiliza la cualidad conceptual del soporte para acentuar las facetas del mensaje que no se expresan de manera explícita. Se impone una última consideración: la idea ha salido inicialmente de las mentes ateas, con lo que nuevamente queda demostrado que las fuerzas del mal siempre tiran la primera piedra en esta secular pugna que les enfrenta a los defensores de la palabra divina. De momento los contendientes han localizado sus respectivos recursos en distintos escenarios: en Madrid los creyentes, en Barcelona los ateos. Pero el día en que autobuses de uno u otro signo circulen por la misma ciudad al viajero se le planteará un serio dilema moral: ¿a qué coche me subo? No es menor la zozobra en la que se sumirá a los responsables del transporte público, que habrán de decidir a qué barrios envían los autobuses que llevan un lema y a cuáles los que llevan el otro. Así que quizás más de uno acabe en Vallecas en lugar de Carabanchel con tal de no traicionar a sus principios.

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