Estamos acostumbrados a
que las instituciones, para lustre del partido que las gobierna, saquen de vez
en cuando folletos que ensalzan los méritos de su gestión. Es también normal
que, llegada la época de elecciones, los partidos de la oposición hagan lo
contrario y nos buzoneen panfletos recordando lo mal que lo ha hecho quién aun
gobierna. Pero lo que a uno le desconcierta es recibir en su casa un opúsculo
del partido gobernante en el que se pone a parir a la oposición. Esto es
justamente lo que esta semana ha hecho la por ahora etérea izquierda abertzale
que sostiene al gobierno de Bildu en Donostia. El motivo es la polémica
estación de autobuses de la ciudad, que ya mereció un post en este blog por
parecidas razones a las que ahora vienen a cuenta. A estas alturas no sé si
merece la pena seguir discutiendo las bondades y maldades técnicas de los dos
emplazamientos que se barajan, Riberas de Loyola (gobierno municipal de Bildu)
o Atotxa (resto de partidos de la corporación). Es casi seguro que ambas
opciones tienen ventajas e inconvenientes y ninguna de las dos es perfecta. Sea
como fuere, salvo sorpresa de última hora, el pleno del día 30 de mayo tumbará
la propuesta del gobierno municipal sencillamente porque la alternativa cuenta
con el apoyo del resto de los partidos. Y estamos en éstas cuando la “base
social” alza su voz para defender los intereses del pueblo, pisoteados no por
el gobierno sino por la ignominiosa oposición. El mensaje que parece transmitir
el folleto es que este gobierno no hace lo que debe hacerse (lo mejor para el
pueblo, claro) porque el contubernio opositor se lo impide debido a intereses
espurios.
Pienso que el panfleto de
marras pone de manifiesto dos asuntos
que caracterizan la acción de gobierno de Bildu desde que ocupa cotas de poder
de envergadura (en el Ayuntamiento donostiarra y en la Diputación Foral ).
El primero es su resistencia a renunciar a la estética anti-poder mientras
ejerce el poder, lo que le lleva a continuar empleando la retórica de la
oposición. Una agrupación con su trayectoria y su cultura política se siente
mucho más cómoda oponiéndose que disponiendo y, como se dice más arriba, si
algo le sale “mal” es porque los demás no le han dejado hacer lo correcto. La
segunda cuestión que delata el panfleto es más peliaguda y tiene que ver con
esa disciplina quasi religiosa con la
que siempre se ha comportado el mundo abertzale. Bildu gobierna obedeciendo más
que a un programa a una suerte de decálogo dictado desde no se sabe bien dónde
y transcrito en pancartas, carteles, folletos, blogs y pasquines de variada
iniciativa que se arrogan el “sentir del pueblo” con contundente autoridad.
Diríase a veces que estos gobernantes están sujetos a la supervisión de un
invisible comisariato político, sin cuyo visto bueno no se emprende ninguna
iniciativa. Esta sumisión subrepticia, ese permanente temor a desairar a “las
bases” y a su "politburó", explicaría en cierta medida la parálisis política de la que no sin
razón se acusa a los gobiernos de la izquierda abertzale (y en la que hay que
reconocer que también tiene su parte de culpa la crisis económica). El
susodicho panfleto emerge aquí como un nuevo capítulo del catecismo mediante el que se avisa a
la ciudadanía que los gobernantes de Bildu solo harán lo que quiera
“su pueblo” (lo contrario no se debe hacer, y si se hace serán otros quienes lo
hagan, contra la voluntad del pueblo por supuesto).
+Info: sobre el pleno que debatirá la cuestión de la estación de autobuses en el Diario Vasco. Un blog del entorno abertzale favorable a la ubicación en Riberas de Loyola. El folleto que han buzoneado.