martes, 31 de mayo de 2011

AMNESIA COLECTIVA (EL 22-M EN EUSKADI)

Han pasado más de dos meses desde el último post y en este tiempo han ocurrido unos cuantos acontecimientos de los que llenarán páginas en los manuales de historia (o al menos en los anuarios periodísticos del próximo año nuevo). Sobre todos ellos, dos: las revueltas en el mundo árabe (con su epigónica guerra en Libia) y las protestas del 15-M que tienen su imagen emblemática en los acampados en la Puerta del Sol madrileña. Asuntos muy enjundiosos ambos, mucho más seguramente que el sempiterno monotema sobre el que ahora vuelvo y que, cuarenta años después, sigue dando mucho dolor de cabeza en este país que reserva tanta mirada para su ombligo. Porque, lo siento, de todo lo ocurrido en estos dos meses y pico lo que más ha calentado mis neuronas es el vuelco político del 22 de mayo, jornada que por cierto viví por primera vez como vocal en una mesa electoral. Y no por la anunciada debacle del PSOE, ni por la previsible victoria del PP, sino sobre todo por el aluvión de votos que cosechó Bildu, especialmente en mi ciudad y en mi provincia. Ya se sospechaba que algo así iba a ocurrir pero no deja de sorprenderme que, en las municipales, 276.000 personas en la CAPV (un 25 % de los votos, casi mil concejales) y otras 37.000 en Navarra (más de 313 mil en total) se hayan decantado por esta coalición de tan estrepitosa génesis.
¿Qué explicación tiene esta eclosión espectacular en la que con seguridad han participado miles de personas bienintencionadas para las que el terrorismo es una cruel aberración? Mi razón no alcanza a verla, al menos si me limito a las explicaciones convencionales sobre el comportamiento electoral. Y no lo concibo porque, por encima de las razones subyacentes que podamos suponer (la confianza en ese nebuloso proceso de paz que presuntamente impulsaría el éxito electoral de Bildu, el voto de castigo al gobierno, el entusiasmo por la novedad y hasta la sensación de “voto útil”) no acabo de comprender que esa gente bienintencionada haya olvidado las consideraciones éticas. Algo tan sencillo como que el día de las elecciones, apelando a un presente provisionalmente en paz, los promotores de Bildu seguían considerando la acción pasada de ETA como un episodio que no merecía ningún tipo de reprobación retrospectiva. Bildu nunca ha dicho no a ETA, cosa que sí hizo Aralar en 2001. El naufragio de este partido, cuya trayectoria empieza a recordar a la de Euskadiko Ezkerra en los 80, es un síntoma del particular ethos vasco: el imaginario colectivo ha preferido a los “auténticos” (Bildu) frente a los advenedizos (Aralar), sin importar la trayectoria precedente y reciente de ambos, toda vez que el nuevo escenario impone un borrón y cuenta nueva proclive a la amnesia. El olvido se impone así de manera inconsciente, dejando paso a un entusiasmo que prescinde de la memoria para manifestarse tomando en consideración exclusivamente los datos del presente. Ha debido de ser muy buena la técnica de sugestión de Bildu para amasar semejante caudal de conciencias pacíficas (eso quiero pensar) dispuestas a obviar la trayectoria pretérita de una opción política en la que la presencia de EA y Alternatiba era meramente cosmética. Sobre todo porque ese pasado olvidado es muy reciente.
Está bien que la izquierda abertzale se incorpore a la vida política civilizada pero conviene ser cautelosos: los discursos, incluso las maneras, se cambian fácilmente, de un día para otro. Las formas de ser, mutan más despacio. Y uno no es lo que es simplemente porque lo diga; además, tiene que poder demostrarlo, lo que requiere un tiempo. Pienso que este voto de confianza ha sido excesivamente impulsivo y ha obviado los plazos de una reconversión moral pendiente y necesaria.
Nota: una versión de este artículo se ha publicado en la sección Cartas al Director de El Diario Vasco
+Info: datos sobre los resultados electorales en el País Vasco