La noticia de la semana
en nuestra ciudad tiene tintes tragicómicos: en el transcurso de una
celebración de boda que estaba teniendo lugar en el muy selecto y tradicional
Hotel de Londres donostiarra, los invitados se enzarzaron en una pelea
multitudinaria que acabó con la intervención de la Ertzaintza y al menos
dos personas detenidas. Las circunstancias de la tangana no están del todo
claras pero parece que hay al menos tres ingredientes que, según las crónicas,
la provocan en menor o mayor medida: una canción de Benito Lertxundi, la
profusión alterna y contrapuesta de sucesivos goras a ETA y vivas a España y la
presencia de un grupo de invitados vallisoletanos. Según las últimas
informaciones éstos se retiraron discretamente a sus aposentos antes de que estallara
la pelea con lo cual la inicial sospecha de que pudiera tratarse de un
enfrentamiento de vascos contra españoles (singular remedo de nuestra “lucha de
liberación nacional”) parece desvanecerse. La trifulca da pie en cualquier caso
a una serie de reflexiones. Para empezar demuestra que la profesión de fe
revolucionaria y abertzale no está reñida con una más que desahogada posición
económica que se permite celebraciones en uno de los templos del lujo y el buen
estatus familiar de nuestra ciudad (habremos de pensar que la mayoría de los
invitados, amigos y familiares, pertenecen al mismo segmento social que los
novios, como suele ocurrir en casi todas las bodas). Esto del poderío económico
de una importante porción de la base social de la izquierda abertzale es tema
que dejaremos para otra ocasión, pero me ha resultado divertido imaginarlos
vociferando con corbata los goras a ETA en un contexto tan selecto y elegante
(al facherío local ya le teníamos descontada esa posición muelle).
Otra curiosidad es la
accidental presencia de Benito Lertxundi. Pero, por Dios, ¡a quién se le ocurre
poner una canción de Benito en una boda! Es como ambientar un velatorio con
Georgie Dann, pongamos. Dicen los periódicos que todo empezó cuando el novio le
pidió al disc jockey que quitara una canción del cantautor vasco que
previamente había solicitado la novia, lo que debió de parecerle una
provocación al sector abertzale de la concurrencia. Más allá de los acuerdos
musicales que hubieran estipulado los novios en sus capitulaciones
matrimoniales, entiendo que la verdadera provocación está en la tentativa de
reventar un baile con las amodorrantes melodías del bueno de Benito, muy
adecuadas para ambientar una reunión nocturna de ñeque-ñeque en un brumoso refugio
montañero, pero francamente inservibles para darle vidilla a cualquier bailongo
post-nupcial. Bueno, ¿y lo de los vivas a España y los goras a ETA? ¿A quién se
le ocurre? En las bodas normalmente se les vitorea a los novios, pero los vivas
a las patrias y sus próceres parecen cosa, como mucho, de bodas de Estado (y ésta
en cualquier caso sería una boda “en estado”, pormenor que ignoramos, claro).
En fin, prósperos
revolucionarios abertzales los unos, acomodados españolistas de buena familia
los otros, supongo que tendiendo todos a borrachos, por un quítame allí esta
canción se lían a tortas al grito de viva España o gora ETA. Lo cual, insisto
una vez más, vuelve a demostrar lo malo que es el nacionalismo para la salud
mental de las personas, especialmente si lo mezclamos con el alcohol y la
familia. Pobres novios.
+Info: crónica del DiarioVasco